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Publicado en
26/8/24 1:30 pm

Crisis y oportunidades de cara al 2024

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Crisis y oportunidades de cara al 2024

Existe un viejo proverbio en el ámbito empresarial que se ha vuelto lugar común, pero que nadie ha podido contradecir: “los tiempos de crisis son tiempos de oportunidades”.

En un país como México, que ha enfrentado hasta 4 crisis económicas en las últimas 3 décadas, tal dicho no se puede tomar a la ligera. Sin embargo, está comprobado que las empresas que mejor se preparan con información clave y veraz, son las que mejor saben adaptarse a las circunstancias.

Actualmente, las empresas están ansiosas por descubrir cómo evoluciona la inflación en Estados Unidos, así como otros factores de riesgo que determinan si ocurrirá una recesión. Pero, si comparamos nuestro contexto con el de crisis anteriores, ¿cuál es el resultado?

1994: una crisis interna con grandes repercusiones

Uno de los factores determinantes de la crisis de 1994 fue el desequilibrio externo. El déficit de la cuenta corriente creció hasta un 5.6% del PIB, un récord histórico, sobre todo porque a nivel internacional se recomienda que el déficit externo no supere el 3%.

Este déficit se originó, en parte, por la pérdida de competitividad cambiaria entre 1989 y 1994. Desde 1995, el desequilibrio externo se ha controlado, y no ha vuelto a ser un factor de crisis para nuestra economía. En la última década, este déficit ha promediado 1.7% del PIB, por lo que está bajo control y es completamente financiable.

Por otro lado, en aquel año México se quedó sin reservas internacionales y sin la liquidez necesaria para hacer frente a cualquier ataque especulativo contra el peso. Esta salida de capitales surgió por factores sociopolíticos adversos que también devaluaron al peso en más del 100%.

Hoy en día, a las reservas actuales se suman la línea de crédito del FMI y del Tesoro de Estados Unidos, lo que garantiza la liquidez de la economía. Tras el desplome del perfil de riesgo, México se ha recuperado hasta tener un nivel competitivo con las economías emergentes.

2009 y 2020: dos crisis con orígenes externos

La recesión del 2009 se originó por una contracción del 2.5% de la economía estadounidense, a raíz de la crisis hipotecaria subprime. Debido a la alta dependencia exportadora que tiene México con Estados Unidos, la crisis nos afectó en tiempo real.

Sin embargo, no había ningún factor de riesgo local macroeconómico antes de la crisis, y las reservas internacionales estaban en máximos históricos. Así mismo, la deuda pública estaba en orden, y la banca tenía niveles sanos de capitalización.

Tampoco había factores de riesgo macroeconómicos en la crisis del 2020, la cual fue derivada por la pandemia. Nuestro PIB se contrajo 8.1%, pero la inflación y las tasas de interés se mantuvieron estables.

El tipo de cambio se depreció temporalmente, pero retornó a la estabilidad del 2021. Sin embargo, la recuperación ha sido más lenta de lo previsto, pues el PIB rebotó solamente 4.8%, debido a otros factores como la crisis de suministros, los elevados precios de los insumos y la guerra entre Rusia y Ucrania.

2024: ¿el año de otra crisis?

Debido a los factores macroeconómicos locales, la probabilidad de una crisis al final del sexenio es baja, con sesgo a moderada. A diferencia de años anteriores, las finanzas públicas se mantienen en orden, la deuda pública está por debajo del 50% del PIB, y México mantiene su categoría de grado de inversión por parte de las agencias calificadoras.

En general, México tiene un panorama económico más positivo que el de otros países. Aunque los números del PIB no son espectaculares, son mucho más positivos que los de Estados Unidos. Sin embargo, los analistas reconocen que las alzas de las tasas de interés, así como otros factores sociopolíticos, pueden complicar el panorama.

Frente a cualquier escenario, las fortalezas de una empresa están relacionadas con la calidad de la información y datos que respaldan sus decisiones.

Esto repercutirá directamente en la posibilidad de aprovechar las oportunidades que se puedan presentar en un futuro, o tomar las medidas necesarias para que una crisis no impacte de manera negativa en las finanzas y crédito de la organización. Prepararse para este tipo de posibilidades es la mejor opción para mantener la competitividad y la productividad en tiempos de crisis y oportunidades.        

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